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¿En donde situar el capitalismo y la lucha de clases?

 

« Estamos asistiendo al hundimiento del viejo mundo que se desploma a pedazos, día tras día. Lo más sorprendente de todo es que la mayoría de la gente no se percata, y creen todavía que andan sobre un suelo firme… »

Rosa Luxemburgo, Cartas de prisión, 12 de mayo de 1918.

 

Desde hace cuatro decenios las crisis económicas recurrentes y la mundialización del capitalismo someten a la inmensa mayoría de la población a crecientes estrecheces, engendrando daños ecológicos cuyo carácter es cada vez mas irremediable. Esto plantea enormes desafíos, cuyas soluciones plantean en gran proporción la suerte de las próximas generaciones y las condiciones de viabilidad del planeta. El único horizonte que el sistema actual contempla es el de sus más estrechos intereses económicos : la imposición de una austeridad brutal para garantizar sus beneficios y continuar explotando la naturaleza despreciando sus límites. Esta visión limitada y miope agrava aún más todos los callejones sin salida en los cuales el capitalismo encierra la tierra entera.

Esto engendra una enorme paradoja : confusamente emerge el sentimiento de que la gravedad de la situación requiere soluciones radicales y que “estamos asistiendo al hundimiento del viejo mundo que se desploma a pedazos”, pero, al mismo tiempo, “lo más sorprendente de todo es que la mayoría de la gente no se percata, y creen todavía que andan sobre un suelo firme”. Son algunas de las características de estas paradojas que intentaremos comprender en el plano de la crisis y de la lucha de clases.

 

La confluencia de factores

 

Más allá de las considerables diferencias que los caracterizan, todos los grandes movimientos revolucionarios (1830, 1848, 1871, 1905 y 1917-1923) presentan cinco características comunes :

1) Son la consecuencia de una rápida y profunda degradación de las condiciones de existencia de una gran parte de la población, a continuación de una crisis económica ó de una guerra.
2) Este estado de conmoción de la sociedad afecta simultáneamente al menos a muchos países.
3) Estos movimientos se producen en un contexto de incapacidad de la clase dominante para ofrecer una solución creíble a la parálisis de su sistema.
4) Estos movimientos son ejecutados por generaciones de trabajadores que no han conocido reclutamiento o derrota física ó ideológica a continuación de una guerra o de una revolución. Por ello, estas generaciones disponen todavía de un potencial intacto en estos planos.
5) En tales condiciones, los hombres han buscado formas alternativas de organización social y han combatido para llevarlas a la práctica. Pero los momentos decisivos y el resultado de estos movimientos se han desarrollado en un periodo relativamente breve, algunos meses como mucho.

Contemplando la actual situación, el sistema capitalista se dirige a una configuración similar :

1- Desde los años setenta, las crisis económicas sucesivas de traducen en planes de austeridad de una brutalidad cada vez mas violenta. La más reciente no es excepción. Así, las medidas tomadas en numerosos países del este y en Grecia no tienen precedentes : suponen la disminución de entre un 15 y un 20 % del poder de compra de trabajadores, pensionistas y otros subsidiados sociales. Otros países han seguido y aplicado planes de austeridad agresivos, como en España, Portugal e Irlanda. El recientemente decidido en Gran Bretaña implica el despido de medio millón de funcionarios y una reducción del poder adquisitivo global de los asalariados de entre un 5 y un 15 %. Incluso los organismos oficiales confiesan que uno de cada dos británicos se enfrentará a serias dificultades financieras.

2- Estas medidas, de una amplitud inédita desde el fin de la segunda guerra mundial, son implantadas en intervalos muy cercanos en toda una serie de países. Disponemos así de un fértil terreno para una comprensión mas global del atolladero en el cual está hundido el capitalismo, y constituye el fundamento objetivo para una generalización futura de los combates de clase más allá de las fronteras.

3- Hasta la actualidad el sistema siempre ha podido jugar con la idea de que el mañana será mejor que el presente. Sin embargo, prisionero de sus intereses materiales inmediatos, y no teniendo ninguna solución creíble que aportar a la detención de su sistema, la clase dominante demuestra cada vez mas que es incapaz de ofrecer una alternativa positiva a la sociedad. Esta es la razón por la cual emerge confusamente la idea de que mañana será peor que ayer. Triunfante durante un cuarto de siglo de neoliberalismo y de mundialización, el capitalismo se enfrenta al fracaso de todas las políticas que ha llevado hasta el presente. La crisis de 2008 ha abierto un lento proceso de deslegitimación del sistema capitalista entre la población y en la clase obrera en particular.

4- Tras una veintena de años de sequía de conflictos sociales (1980-2000), asistimos desde hace diez a su recuperación (por ejemplo, el gráfico sobre Bélgica [1]). En comparación con el pasado, este aumento es todavía muy débil pero perceptible sin embargo, y presente en numerosos países desarrollados.

5- Por último, si los resultados de los combates de clase se han decidido siempre en lapsos de tiempo relativamente breves (algunos meses), siempre han estado precedidos de un periodo de efervescencia social más o menos larga, un periodo de huelgas de masas del que la situación actual ya contienen algunos ingredientes en estado potencial.

 

Marxismo y previsiones

 

Instruido por una ya larga experiencia, Engels nos ha legado una importante lección de modestia en materia de previsiones : « En el análisis de los sucesos y de sus consecuencias confundidos en la historia cotidiana, nunca se estará en condiciones de llegar hasta sus últimas causas económicas. Incluso hoy, cuando la prensa especializada proporciona materiales tan abundantes, es todavía imposible, incluso en Inglaterra seguir día a día la marcha de la industria y el comercio en el mercado mundial y las modificaciones adoptadas en los métodos de producción, de manera que se pueda, en cualquier momento, hacer un balance de conjunto de aquellos factores, de los cuales los más importantes actúan durante largos períodos en la sombra, antes de manifestarse violentamente a plena luz. Una visión clara de conjunto de la historia económica de un período dado no es nunca posible en ese momento ; sólo se puede conseguir a posteriori, tras haber reunido y seleccionado los materiales. La estadística es aquí un recurso necesario, si bien todavía incierta. […] Es muy evidente que esta inevitable negligencia de las modificaciones simultáneas de la situación económica, es decir, de la misma base de todos los temas a examinar, sólo puede ser una fuente de errores » [2].

Desgraciadamente, esta modestia falta de forma terrible en los actuales grupos de la Izquierda Comunista, los mismos que no han dejado de extraviarse en una sucesión de previsiones sobre la muerte del capitalismo, previsiones anunciadas como ciertas y de las que pretendían conocer los exactos mecanismos, todas reveladas como erróneas [3].

Lejos de fanfarronadas y con toda la prudencia necesaria, nos limitaremos a deducir los principales factores y las tendencias de la situación, siempre reconociendo, como Engels, que este ejercicio es siempre arriesgado y que nos reservamos el derecho de revisión si la realidad demostrase su carácter erróneo. En efecto, lo que Engels nos enseña no es que haya de abstenerse de todo análisis y previsiones, propios de la intervención política, sino a tener coraje de corregirlas a tiempo cuando resulten erróneas, cosa que Marx y Engels supieron hacer en varios ocasiones. Así, por lo que se refiere al diagnóstico de fracaso definitivo del capitalismo, Engels confiesa que Marx y él se engañaron durante toda su vida : « La historia ha demostrado nuestro error, tanto a nosotros como a los que pensaban de manera análoga. Nos ha demostrado claramente que el estado de desarrollo económico en el continente estaba lejos de la madurez para la eliminación de la producción capitalista ; lo ha demostrado por la revolución económica que, desde 1848, a ganado a todo el continente… […] esto prueba de una vez por todas lo imposible que era en 1848 conquistar la transformación social mediante un simple golpe de mano » [4].

Y con razón, dada la multitud de factores a contemplar y lo incierto del resultado de las relaciones de fuerza entre las clases, sería totalmente ilusorio pensar que un análisis de la situación inmediata podría prever el futuro de la crisis y de la lucha de clases sin equivocación. Esto equivale a concebir la historia como una fatalidad mecánica que estaría ya escrita en unas tablas de la ley, bastando sólo descifrarlas con método. Muy presente por desgracia en el seno de los actuales grupos de la Izquierda Comunista, esta visión teleológica es muy distante del marxismo.

 

¿En donde está el capitalismo?

 

La historia de la sucesión de órdenes productivos en el capitalismo nos enseña que cuatro condiciones son necesarias para que un nuevo orden suceda al antiguo agotado [5] :

1) Un saneamiento de la base productiva mediante una desvalorización masiva del capital en sobreproducción bajo sus tres formas - mercantil, monetaria y productiva -, ya sea mediante una crisis económica como en 1929, ya sea a través de una guerra.
2) El surgimiento de un nuevo régimen de acumulación portador de ganancias de productividad significativamente más elevadas.
3) La puesta en marcha de un modo de regulación que asegure el cierre del circuito de acumulación, es decir, que garantice una producción rentable pero también las condiciones para su realización gracias a una suficiente demanda solvente.
4) Y por último, una configuración de las relaciones de fuerzas entre las clases que permita la instauración y el desarrollo de este nuevo orden productivo y de todas las modificaciones que ello implica. Esta configuración abarca tanto las relaciones que las fracciones de la clase dominante mantienen entre ellas como las relaciones entre ellas y el mundo del trabajo.

Todos estos factores permiten disminuir la composición orgánica del capital, aumentar la tasa de plusvalía, y acrecentar por tanto la tasa de beneficio incluso permitiendo conceder alzas reales de salarios, y, de esta manera, poder relanzar la acumulación ensanchada sobre nuevas bases y por un tiempo determinado. Cada una de estas condiciones es necesaria, pero no suficiente :

 Por ejemplo, las desvalorizaciones masivas por destrucción de capital fijo durante la primera guerra mundial no bastaron para engendrar una fase de prosperidad comparable con aquella que siguió a la segunda guerra mundial, porque no estaban presentes las demás condiciones.

 Con posterioridad a la guerra de 1914-1918, y a pesar de la presencia de elementos del modo de regulación keynesiano-fordista, la clase dominante tenía sin embargo la ilusión de poder volver a lo que había constituido el éxito de la Belle Epoque : un liberalismo colonialista.

 Aunque la brutalidad del crash de 1929 y los movimientos sociales que le siguieron en los Estados Unidos han estado en el origen del New Deal instaurando el fordismo keynesiano [6] en este país, el impacto más limitado de esta crisis económica en Europa así como las fuertes divisiones en el seno de las clases dominantes en el continente, han hecho imposible la aceptación y la instauración de este nuevo orden productivo. Han sido necesarias las desgracias de la segunda guerra mundial para convencer a todos los actores sociales de incorporar profundas reformas y adoptar este nuevo modo de regulación.

Es pues la unión de estas cuatro condiciones en un todo coherente lo que permite la emergencia de un nuevo orden productivo para un tiempo dado.

Nada en la actual situación indica que estemos en vísperas de tal posibilidad. El capital excedente todavía no ha sido ‘saneado’ a través de un proceso de desvalorización masiva ; aún peor, ha aumentado como resultado de las políticas de relanzamiento ejecutadas por los poderes públicos [7]. Ningún nuevo régimen de acumulación portador de ganancias de productividad sustanciales se ha desarrollado, ni un nuevo modo de regulación que cierre el circuito de acumulación. Por último, cuando incluso estas condiciones estén presentes, la actual configuración de las relaciones de fuerza entre las clases no permitiría su adopción.

Todo indica que más allá de las futuras fluctuaciones coyunturales, la perspectiva de un inexorable descenso a los infiernos se abre para los viejos países desarrollados. Nada tangible en las condiciones económicas y sociales actuales, en las relaciones de fuerza entre las clases sociales y en la competencia a nivel internacional deja entrever algún tipo de retorno a la prosperidad de antaño merced a un nuevo orden productivo en esos países.

Ahora más que nunca se trata de fecundar las resistencias, los movimientos sociales y las alternativas que, esperemos, surgirán de esta profundización de las contradicciones del capitalismo y puedan incluso revertirlas: « Las contradicciones capitalistas provocarán explosiones, cataclismos y crisis durante las cuales las paradas momentáneas de trabajo y la destrucción de una gran parte de capitales llevarán al capitalismo, mediante la violencia, a un nivel desde donde pueda retomar su curso. Las contradicciones crean explosiones, crisis durante las cuales todo trabajo se detiene por un tiempo mientras que una parte importante del capital se destruye, llevando al capital a un punto en donde sin suicidarse, puede emplear de nuevo su capacidad destructiva. Sin embargo, estas catástrofes que le regeneran de forma regular, se repiten a un escala siempre más vasta, y acabarán por provocar su violento derrocamiento » [8].

 

Los límites objetivos y subjetivos

 

Cuando movimientos sociales de una cierta amplitud se suceden a intervalos más o menos cercanos, cuando están determinados por un mismo movimiento de reacción a medidas de austeridad que ilustran el callejón sin salida en el que se encuentra el sistema capitalista, y cuando estos movimientos presentan ciertas características, marcando una cierta tendencia a la masividad y a la autonomía con relación a todas las fuerzas que intentan anularlas (incluso si eso se da todavía en un estado embrionario y de manera muy localizada), es normal que los revolucionarios se impliquen en el desarrollo de todas sus potencialidades y entrar en contacto con los elementos más avanzados de la clase obrera. Tales han sido el contexto y el sentido de nuestra intervención en los últimos movimientos sociales ocurridos en Francia en los últimos meses. Ello es la causa de que Controversias se haya implicado estrechamente en la elaboración y difusión de numerosos comunicados, en las intervenciones en las manifestaciones y en las diversas asambleas, insertándose de manera dinámica en las iniciativas colectivas de los trabajadores, cuando ha sido posible, y en la traducción de este material político a numerosos idiomas.

Este legítimo entusiasmo no debe sin embargo ocultar la necesidad de ubicar estos movimientos en su contexto histórico, haciendo de ellos un balance realista. Hay, efectivamente, algunos límites objetivos y subjetivos en el actual estado de relaciones de fuerza entre las clases, que quisiéramos señalar aquí :

1) Indudablemente, los conflictos actuales tienen lugar en una dinámica más general de incremento de movimientos sociales tras una decena de años, dinámica que contrasta con la calma social que ha reinado globalmente durante las dos décadas que los han precedido (1980-2000). Esto se comprueba claramente en el gráfico, ilustrativo de las grandes tendencias en las relaciones de fuerza entre las clases tras la segunda guerra mundial [9].

Número de días de huelga (Bélgica, 1945-2008) [10]

En él se distingue claramente el retroceso neto iniciado desde el fin de los años setenta así como la escasez que tuvo lugar desde entonces hasta el principio de los años 2000. Indica igualmente que el origen de este retroceso no tiene ninguna relación con el hundimiento del bloque del este, al ser anterior a este suceso, y que toda la década de los años 80 se ha caracterizado por la calma social en el conjunto de la clase obrera. Esto invalida formalmente todas las fabulaciones de la CCI (Corriente Comunista Internacional) sobre los “Años 80 años de verdad” a los cuales iba se suponía que en su transcurso iba a decidirse la alternativa histórica entre la guerra y la revolución [11], así como su `teoría` relacionando el retroceso en la clase obrera con la implosión del bloque del este (es decir, la detención de la `tercera ola de luchas´ para usar su jerga) ! Y, en efecto, el retroceso de los conflictos sociales comienza en el final de los años 70, y se relaciona con el espectacular aumento del paro a partir de 1974 y a la generalización de los efectos de la crisis que tiene como consecuencia paralizar el conjunto de la clase obrera y aislando a una serie de sectores en lucha que son especialmente afectados por los despidos y las medidas de austeridad [12]. Si este retroceso data del final de los años 70 y no tiene relación ninguna con el hundimiento del muro de Berlín, esto último sin embargo ha unido una desorientación ideológica al repliegue ya existente en el conjunto de la clase en el plano de la combatividad.

2) Si un estremecimiento en los combates de clase es evidente desde hace una decena de años, justo es constatar que es muy débil. Estamos lejos todavía de la efervescencia social de los años 70 e incluso de la postguerra (ver gráfico). El peso del paro y las consecuencias de la crisis (especialmente, del creciente endeudamiento de los asalariados para atenuar sus efectos) explican todavía muy ampliamente esta parálisis del conjunto de la clase obrera y de su dificultad para comprometerse en conflictos sociales y en huelgas.

3) Ciertamente, estos datos estadísticos no ofrecen más que el aspecto cuantitativo y no cualitativo de las movilizaciones sociales. Por otro lado, no recogen todas las otras formas de resistencia y el relevo de las jornadas perdidas a causa de huelgas es sujeto de discusión. Sin embargo, el paralelismo de la evolución en numerosos países y la fiabilidad de ciertos datos son suficientes para permitir la deducción de las principales tendencias. Además un periodo de huelga de masas y una revolución suponen necesariamente una movilización masiva de los trabajadores. A menos que se conciba la revolución como un golpe de mano realizado por una minoría, la dimensión cuantitativa de la movilización constituye un dato obligatorio e incluso una condición indispensable ; esta dimensión está todavía, como poco, notablemente ausente. Y, además, sería totalmente irracional pretender que los movimientos sociales de estos últimos años poseyeran aspectos cualitativos tales que pudieran compensar sus debilidades cuantitativas.

4) En efecto, las luchas actuales señalan aún inmensas debilidades en el aspecto cualitativo :

Aún cuando una cierta deslegitimación del capitalismo se haya mostrado tras la última crisis económica, aún cuando una buena parte de la población toma conciencia de que este sistema ya no le ofrecerá un porvenir mejor que ayer, y que todo esto constituye un terreno fértil para la reflexión y para una mejor recepción de las ideas revolucionarias, esta ausente de forma cruel la idea de que una alternativa al capitalismo sería la única alternativa realista en la actual situación. Es aquí en donde el peso ideológico del hundimiento del muro de Berlín pesa todavía mucho : toda idea de proyecto socialista ó comunista continúa ampliamente desacreditada y el horizonte del capitalismo permanece ampliamente infranqueable en la conciencia de la inmensa mayoría de la población.

Esta ausencia de alternativa positiva y de falta de confianza en sus propias perspectivas se traducen en el seno de la clase obrera por una amplia dominación de las fuerzas de encuadramiento de la burguesía y por enormes ilusiones en la democracia burguesa y en sus instituciones. Esta dominación y estas ilusiones permiten seguir manteniendo un control cuasi total de la burguesía sobre las movilizaciones sociales.

Así, aun cuando estas últimas manifiesten una cierta voluntad de radicalización, caen fácilmente en formas desviadas de la lucha, que las llevan a vías muertas (cortes de carreteras, ocupaciones…) o inician medios de lucha que no favorecen la unidad y la conciencia del conjunto de la clase obrera (actos terroristas como en Grecia, saqueos, etc.). Solamente una pequeña minoría más politizada intenta reanudar las formas clasistas de lucha pero no tiene todavía impacto real.

Estas debilidades deben igualmente ponerse en relación con las importantes modificaciones que han ocurrido en la composición social de la clase obrera a continuación de la fase de prosperidad de la postguerra, en las fragmentaciones múltiples y en la internacionalización de los procesos de trabajo, cosas que se traducen en una desaparición de las grandes unidades de producción y de los bastiones tradicionales de la clase obrera. Estas debilidades se originan también en el proceso de proletarización de la clase media que lleva sus valores y su ideología pequeño burguesa al seno de la clase obrera.

Por ello, aún será preciso esperar un tiempo antes de que pueda emerger la idea de la necesidad de incorporar medios e instrumentos de lucha capacidad de desarrollar una alternativa correcta en la clase obrera.

Dicho de otra forma, el nivel de conciencia en el seno de esta última es todavía muy débil, tanto sobre las perspectivas y los medios de su combate como sobre la naturaleza del capitalismo, de la democracia, de las instituciones burguesas y de los órganos de control social que son los sindicatos y los partidos de izquierda. Por el contrario, esta toma de conciencia se produce notablemente en distintas minorías que los revolucionarios deben animar, y con las cuales deben establecer contactos para intercambiar sus reflexiones y experiencias.

5) Más aún que en tiempos pasados, una nueva ola revolucionaria no podrá desarrollarse con un mínimo de posibilidades de éxito más que si se desarrolla a escala de diversos países y se extiende a nivel internacional. En este aspecto, se asiste a bascular mundial hacia el este de Asia y algunos otros países emergentes. Actualmente se acentúa una diferencia entre los viejos países industrializados que se hunde lenta pero inevitablemente en una situación sin salida y estas zonas emergentes del mundo que conocen un crecimientos sin precedentes desde hace una treintena de años. Numerosos fueron aquellos que en la Izquierda Comunista pretendieron que los países emergentes no disfrutaban de un proceso auténtico de desarrollo, sino que era un simple mecanismo de vasos comunicantes que compensaba las dificultades de los antiguos países industriales. Igualmente, numerosos fueron los que predijeron que la crisis en los países de la Tríada (Estados Unidos, Europa, Japón) anunciaría el fracaso del milagro de los países emergentes. No hubo nada de eso. Estos últimos incluso han atravesado la última crisis sin grandes estorbos, hasta tal punto que han recuperado rápidamente sus tasas de crecimiento precedentes. En otras palabras, si la configuración que se generaliza en las antiguas potencias industriales ofrece terreno favorable a la toma de conciencia del creciente atolladero en el cual el capitalismo pone al mundo, desgraciadamente, aquella otra configuración que prevalece en los países emergentes no ofrece la misma perspectiva. Esto constituirá un obstáculo muy importante a la internacionalización de los combates de clase.

6) Igualmente, mientras que la lucha de clases ha sufrido un reflujo desde el fin de los años 1970 en la Tríada para estabilizarse a continuación en mínimos históricos, se ha desarrollado intensamente en los principales países emergentes. Con el actual reinicio de los conflictos sociales, podríamos regocijarnos de este aumento internacional y simultáneo de los combates de clase, pero nos olvidaríamos que la clase obrera en los países emergentes no concibe ninguno de sus combates en el cuadro de una superación del capitalismo, sino en el de una mejora de su situación en el seno del sistema. Además, y de forma particular en el este de Asia, toda idea de socialismo ó de comunismo sufre un importante nivel de rechazo : la población recuerda todavía demasiado las sevicias de regímenes que se le han presentado como `comunistas’ ó `socialistas’ y desgraciadamente no contempla su porvenir más que dentro del actual orden productivo del capitalismo que le proporciona una cierta mejora de su estado.

7) Estos desfases objetivos y subjetivos entre un antiguo mundo que se hunde en la parálisis y un nuevo mundo que emerge constituirán otros tantos obstáculos para alcanzar una futura generalización de movimientos revolucionarios a escala internacional. Desgraciadamente, embutidos a sus anticuados análisis, muy pocos grupos en el seno de la Izquierda Comunista se dan cuenta de que los bastiones esenciales de la clase obrera ya no se encuentran en los antiguos países desarrollados sino en los países emergentes. Así, solamente China contiene más obreros en el sector industrial que todo el conjunto de los antiguos países industrializados.

8) Si consideramos la instauración de un nuevo orden productivo en los antiguos países desarrollados como una posibilidad altamente improbable, es porque no están presentes ninguna de las condiciones necesarias para su surgimiento en la situación actual. Sin embargo, no hay ningún obstáculo absoluto que impida al capitalismo salir del atasco en el que se halla. En efecto, ya fuera con ocasión de la primera guerra mundial, durante la crisis de 1929, a continuación de la segunda guerra mundial ó en 1952, muchos revolucionarios anunciaron de forma perentoria que el capitalismo no tenía ya medios de supervivencia, al haber alcanzado sus límites absolutos. Y no solamente el capitalismo ha sobrevivido a esas crisis, sino que también se desarrolló como nunca anteriormente. Es pues absolutamente necesario que la Izquierda Comunista critique y abandone toda visión catastrofista que algunos de sus miembros continuando apoyando.

Suponiendo que las condiciones no cambien, el capitalismo va derecho contra el muro en los antiguos países industrializados, y es muy probable que el ciclo de crecimiento en algunos países emergentes comience a agotarse. Es la opción más favorable a unas condiciones objetivas favorecedoras de una posible revolución. Sin embargo, aunque muy poco probable, no se puede excluir la posibilidad de que el capitalismo llegue a instaurar un nuevo orden productivo, entrando en sintonía con el crecimiento en los países emergentes. Todo dependerá de las relaciones de fuerza entre las clases.

9) Por último, pero no menos importante, el estado del factor subjetivo en el plano de las fuerzas revolucionarias no se presenta muy optimista, sino mas bien al contrario. Hace por lo menos tres decenios que la Izquierda Comunista se ve afectada por una crisis política y organizacional muy profunda. Esta debilidad en el aspecto subjetivo de las fuerzas revolucionarias corre el riesgo de ser irremediable si no se desarrolla aun toma de conciencia en su seno en torno a su estado y la necesidad de salir.

Necesario es constatar que, a pesar de una conjunción de factores favorables, existe toda una serie de límites objetivos y subjetivos al desarrollo de una perspectiva revolucionaria. Describiendo este cuadro, que consideramos ser realista, nos colocamos tras los pasos de Marx cuando decía que la tarea de los comunistas no consiste en consolar a la clase obrera sino en decirle la verdad, y legar no dogmas ni actitudes preconcebidas, sino un método de análisis y un patrimonio teórico que pueda servir realmente a las generaciones futuras para comprender el mundo tal y como es.

 

C. Mcl

 

[1Para mas elementos sobre otros países, ver nuestro artículo titulado La evolución de la lucha de clases http://leftcommunism.org/spip.php?article206.

[2Introducción a la obra de Marx sobre la Lucha de clases en Francia.

[3Para un análisis más extenso, el lector puede tomar como referencia nuestros tres siguientes artículos : Es medianoche en la Izquierda Comunista http://leftcommunism.org/spip.php?article168, La evolución de la lucha de clases http://leftcommunism.org/spip.php?article206 y « Las crisis permanentes no existen » Marx http://leftcommunism.org/spip.php?article193.

[4Engels, prefacio de 1895 a la obra de Marx sobre Les luttes de classe en France, Editions La Pleiade – Politique I : 1229

[5Un orden productivo se caracteriza por un régimen de acumulación que se corresponde con un modo de regulación específica, como, por ejemplo : el mercantilismo, el capitalismo manchesteriano, el colonialismo victoriano, el imperialismo, el capitalismo monopolista, el fordismo keynesiano, la desregulación neoliberal…

[6Para mas detalle sobre este orden productivo puesto en marcha tras la segunda guerra mundial en el conjunto de los países desarrollados invitamos al lector a leer nuestro artículo Comprender la crisis económica en el número 1 de esta revista http://leftcommunism.org/spip.php?article143 así como la obra presentada en ‘notas de lectura’ en este número 4 [francés] : Dynamiques, contradictions et crises du capitalisme.

[7Contrariamente a la gran crisis de 1929 en la que los capitalistas se arrojaban desde lo alto del Empire State Building, hoy desaparecen en dorados paracaídas. Este contraste muestra muy bien que aún no ha existido desvalorización masiva como en 1929 sino únicamente desvalorizaciones parciales como sucede en el curso de cada crisis cíclica.

[8Grundrisse, Edtions 10/18, Tomo IV: 17-18.

[9Para más datos y detalles en relación con otros países, ver nuestro artículo sobre “La evolución de la lucha de clases ” http://leftcommunism.org/spip.php?article206.

[10Datos anuales y en media móvil de cinco años (salvo para los últimos años). Fuente : Anuario estadístico de Bélgica y BIT para los años 1995-2008 (http://laborsta.ilo.org/STP/guest). Gracias a Pierre M. por la confección de este gráfico.

[11« En el decenio que comienza [1980], es esta alternativa histórica la que se decidirá : o bien el proletariado prosigue su ofensiva, continuando la parálisis del brazo mortal de capitalismo acorralado y reúne sus fuerzas para su derrocamiento, o bien se deja abatir, cansar y desmoralizar por sus discursos y su represión y, entonces, se abre la vía a un nuevo holocausto que puede aniquilar la sociedad humana » Revue Internationale de la CCI nº 20, 1980, p.3-4, Années 80 années de vérité [Años 80 años de verdad].

[12Servicios públicos en Bélgica (1983 y 86), huelga general en Dinamarca (1985), mineros en Gran Bretaña (1984-85), ferroviarios (1986) y sanitarios (1988) en Francia, enseñanza y ferroviarios en Italia (1987), etc.