Foro para la Izquierda Comunista Internacionalista
“Charles Darwin ha descubierto la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica en nuestro planeta. Marx ha descubierto la ley fundamental que explica cómo cambia y se desarrolla la historia humana, una ley tan simple y evidente que su simple enunciación es casi suficiente para conseguir el asentimiento” (Federico Engels [1]).
“No hay dos científicos que se pueda citar, en la segunda mitad del siglo XIX, que hayan dominado el espíritu humano en un grado más elevado que Marx y Darwin. Sus enseñanzas han revolucionado la concepción que las grandes masas tenían del mundo. Durante decenios, sus nombres han estado en la lengua de todos, y sus enseñanzas se han convertido en el punto central de las luchas ideológicas que acompañan a las luchas sociales de hoy. La causa de esto reside principalmente en el contenido altamente científico de sus enseñanzas” (Anton Pannekoek [2]).
La especie humana existe desde hace más de 2.000.000 de años. Los últimos antepasados comunes a todos los seres humanos de hoy vivían hace unos 200.000 años. Sin embargo, no es sino en 1759, hace 250 años, cuando el embriólogo alemán Caspar Friedrich Wolf tuvo la audacia de cuestionar la fijeza de las especies y proponer la idea de descendencia común [3]. Y hace sólo 200 años, en 1809, que Jean-Baptiste Lamarck publicó su Philosophie zoologique, una primera tentativa de dar un cuadro científico a lo que entonces se llamaba la transmutación [4]. 1809 es también el año en que nació Charles Darwin. A la edad de cincuenta años, publicó en octubre de 1859 El origen de las especies por medio de la selección natural o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida [5], presentando una primera teoría general del desarrollo de la vida. Hombre de ciencia humanista y meditativo, deseoso de que su teoría fuese juzgada por sus estrictos méritos científicos, Darwin era muy prudente con relación a los prejuicios religiosos que podía encontrar y, aunque estuvo muy interesado en la cuestión social, nunca se comprometió activamente en ningún movimiento.
Sin embargo, a pesar suyo, su teoría se convirtió inmediatamente en el tema de un verdadero debate político. No fue una casualidad si, igualmente en 1859, el Partido liberal de Gran Bretaña se formó con la defensa de la igualdad de oportunidades para los individuos por medio de medidas institucionales: que gane el mejor, abolición de los privilegios aristocráticos que se derivan de la propiedad de la tierra, y ¡tanto peor para los perdedores! Entre otras cosas, el liberalismo defendía una política social general, de los servicios de sanidad, de educación, de las bibliotecas públicas, la rehabilitación de las prostitutas y, last but not least, el control de los nacimientos para los pobres. La burguesía liberal creía en el progreso a través de las soluciones técnicas para todos los problemas. Según ella, la natural “selección de los más aptos” [6] entre los individuos humanos sería obstaculizada por una restricción legal inútil. Tras la publicación de El origen de las especies, el libro, así como el mismo Charles Darwin, fueron identificados con el movimiento liberal y, recíprocamente, los liberales británicos hicieron un uso, si no del libro, al menos del título de éste en su integridad para propagar su propia filosofía política. De todos, Charles Darwin fue el crítico más recio de aquello en que se había convertido su trabajo, lo que se reveló en 1871 cuando publicó La filiación del hombre y la selección ligada al sexo, y un año más tarde La expresión de las emociones en el hombre y los animales, dos obras que fueron ampliamente ignoradas.
Unos meses antes, en este mismo año de 1859, Carlos Marx había publicado su Contribución a la crítica de la economía política, presentando una teoría general del desarrollo de la sociedad humana aplicada al modo de producción capitalista. Era el resultado, no sólo de una gran proeza intelectual, sino también el fruto de un movimiento político emancipador del proletariado al que Carlos Marx quería contribuir: “Los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de diferentes maneras, lo que importa es transformarlo” [7]. A diferencia de Charles Darwin, Carlos Marx optaba por un movimiento político: la auto-emancipación del proletariado. Pero también escribía: “Toda opinión basada en una crítica científica es bienvenida” [8].
Cincuenta años después, en 1909, Anton Pannekoek publicó Marxismo y darwinismo, resumiendo medio siglo de debates en el movimiento obrero sobre el tema, definiendo claramente los diferentes dominios de aplicación y el significado, tanto científico como político, de los dos: Darwin para la comprensión de la naturaleza viviente, Marx para la de la sociedad humana, pero claramente en continuidad y en complementariedad la una de la otra, revolucionando ambas nuestra comprensión del mundo [9]. Observó también cómo la teoría de la evolución de Darwin había sido corrompida desde su aparición para poder explotarla contra la clase obrera [10], y que era combatida en su esencia a causa de las posibles implicaciones sociales que contenía [11].
Hoy, de todos estos aniversarios, sólo el nacimiento de Charles Darwin y la publicación de El origen de las especies son objeto de la atención de los medios de comunicación. Por supuesto, están las diferentes escuelas del Creacionismo y del Intelligent Design que hacen campaña activamente contra la teoría de la evolución [12]. También están los darwinistas humanistas, que defienden la democracia occidental, la tolerancia religiosa y la separación de la Iglesia y el Estado [13], que a veces hacen tímidamente referencia al marxismo, opuestos a la enseñanza de prejuicios religiosos en las clases de biología y defensores de la enseñanza de la verdadera ciencia. Y también están los ateos neo-darwinistas, humanistas igualmente, con frecuencia sociobiólogos y psicólogos evolucionistas, que ponen en guardia contra los peligros de la religión y la irracionalidad, y que rechazan, en general, el marxismo [14]. La mayoría de los izquierdistas que se reclaman del marxismo defienden el darwinismo contra la religión, rechazando la sociobiología y la psicología evolucionista, considerado todo como no muy correcto políticamente [15], apoyándose esencialmente sobre bases morales [16]. Todos ellos tienen argumentos, con frecuencia muy atractivos.
Carlos Marx no es olvidado, al contrario. El hundimiento de las bolsas desde 2008 ha hecho resurgir el espectro de una crisis económica comparable, por su duración y profundidad, a la de los años 1930. Esta crisis ha surgido, a su vez, de una caída de la tasa de ganancia desde 2005. Tras una larga ausencia, los trabajos de Carlos Marx vuelven a las estanterías de las librerías en nuevas ediciones.
Hay una cuestión sencilla que necesita de modo urgente una respuesta: si nuestra capacidad de tomar en nuestras manos nuestro destino tiene efectivamente sus raíces en nuestra biología y etología, ¿cuál es el lazo entre esto y el desarrollo histórico de las relaciones de producción y de reproducción, que no controlamos pero de las cuales nos sentimos prisioneros? ¿Cómo se explica que, con toda la ciencia y la tecnología, todas las capacidades y conocimientos disponibles, no se haya puesto todavía fin a la pobreza, a la explotación, a la inseguridad de la existencia y a la guerra? ¿Cómo es posible que la naturaleza sea todavía explotada en vez de ser domesticada, lo que nos lleva no sólo a una catástrofe ecológica sino también a un hundimiento demográfico? ¿Dónde están las fuerzas en la sociedad que no sólo pueden, sino también se verán obligadas a sublevarse, simplemente para sobrevivir y ofrecer un futuro mejor a la generación siguiente? Cuando se plantean estas cuestiones es muy difícil ignorar los nombres de Charles Darwin y Carlos Marx.
Federico Engels no necesitó muchas palabras para desentrañar lo que a primera vista parecía tan incómodo en el principal trabajo de Charles Darwin. En 1865 escribió al demócrata liberal Friedrich Albert Lange que, al defender su propia versión del darwinismo, declaraba que el capitalismo estaba de acuerdo con la naturaleza: “Es un deshonor para el desarrollo burgués moderno que no haya progresado todavía más allá de las formas económicas del reino animal. Las sedicentes ‘leyes económicas’ no son las leyes eternas de la naturaleza, sino leyes históricas que aparecen y desaparecen, y los códigos de la economía política moderna, en la medida en que los economistas las hayan trazado correcta y objetivamente, para nosotros es esencialmente un resumen de las leyes y de las condiciones en las que puede existir la sociedad burguesa moderna, a saber: sus condiciones de producción y de cambio expresadas y resumidas abstractamente. Por tanto, para nosotros, ninguna de estas leyes, por cuanto sea una expresión de relaciones puramente burguesas, no es más antigua que la sociedad burguesa moderna; las que han sido más o menos válidas para toda la historia anterior, son, pues, solamente una expresión de lo que hay de común a todas las formas de sociedad basadas en la dominación de clase y la explotación de clase” [17].
La agitación actual, a la vez sobre el marxismo y el darwinismo, no es verdaderamente una sorpresa porque desde hace un siglo y medio éstos han planteado las cuestiones más fundamentales de la humanidad y porque ambos han sido deformados para poder corresponder a las necesidades ideológicas de las clases dominantes en todo el mundo.
El nombre de Charles Darwin junto con su teoría ha sido utilizado abusivamente para defender una jerarquización de los seres humanos en el dominio de la inteligencia acoplada a la raza, para justificar la discriminación sexual, para propagar el eugenismo y el genocidio, la guerra y el imperialismo, no sólo por el nacionalsocialismo alemán y el fascismo italiano, sino también por Estados muy democráticos como, por ejemplo, los Estados Unidos, Suecia y Suiza [18]. Sus palabras han sido deformadas o tergiversadas para hacerlas corresponder a las ideologías que tienden a la esterilización o a la eliminación física del que es considerado como “inferior” o “degenerado”. Las distorsiones de su teoría han contribuido ampliamente al rechazo de ésta, pero jamás han afectado a la teoría en sí.
Charles Darwin no dejó pasar nunca la ocasión de criticar el eugenismo de su medioprimo Sir Francis Galton [19], así como lo que más tarde será llamado el social-darwinismo inspirado en la huella del muy darwinista Herbert Spencer [20], con su idea de que la maldad natural ganaría siempre a la benevolencia cultural, que era así, se haga lo que se haga, y que por eso debería haber un Estado mínimo, liberal, para vigilar que todo el mundo se comportase debidamente.
Mucho antes de publicar la teoría que lo hizo célebre, Charles Darwin escribió: “Con frecuencia se ha intentado minimizar la esclavitud comparando el estado de los esclavos con nuestros campesinos más pobres: si la miseria de nuestros pobres no está provocada por las leyes de la naturaleza sino por nuestras instituciones, nuestro pecado es grande; pero, hacia dónde va la esclavitud, yo no veo [...] Los que se enternecen con el dueño del esclavo y que manifiestan su frialdad hacia el esclavo, parecen no ponerse a sí mismos nunca en el lugar de este último; ¡qué siniestra perspectiva, sin ni siquiera una esperanza de cambio! ¡Imagínese usted que, por casualidad, se realice esta amenaza permanente y que su mujer y su hijito [...] os sean arrancados y vendidos como bestias al primero que llegue! ¡Y estos actos son hechos y minimizados por hombres que profesan el amor del prójimo como a sí mismos, que creen en Dios, y rezan para que su Voluntad se haga sobre la tierra! Se hace correr la sangre mientras el corazón tiembla [...].” [21].
Y años más tarde añadió: “Tan esencial como ha sido y es todavía la lucha por la vida, en lo concerniente a lo más fundamental de la naturaleza del hombre hay, no obstante, otras cosas más importantes. En efecto, las cualidades morales evolucionan, directa o indirectamente, mucho más como resultado de las costumbres, del poder de la razón, de la instrucción, etc., que por la selección natural; aunque se pueda atribuir sin duda a esta última los instintos sociales, que han asegurado la base del desarrollo del sentido moral” [22].
También desaprobaba las conclusiones sacadas frecuentemente de su teoría: “En un periódico de Manchester se ha publicado una opinión más bien buena, mostrando que mi teoría ‘quizá tiene razón’, y que, por tanto, Napoleón tiene razón, y que todos los comerciantes tramposos tienen razón” [23].
El nombre de Carlos Marx ha sido utilizado también abusivamente para justificar la represión brutal y bárbara, los muertos en los campos del estalinismo y del maoísmo, y las caricaturas de capitalismo de Estado del ex-bloque imperialista de los países del Este, de China, de Cuba y de Camboya, sin hablar de todos los otros. Se considera que la implosión del bloque del Este en 1989 ha suministrado la prueba final de que el comunismo estaba muerto, que el marxismo había fracasado y que la clase obrera había desaparecido. Mientras tanto, el pseudo-científico lysenkoísmo, que fue presentado durante mucho tiempo como una “biología marxista” en el ex-bloque del Este, y también fuera de éste entre los compañeros de ruta del estalinismo, ha sido arrinconado [24]. El hundimiento del estalinismo ha puesto fin a la mentira más grande de la historia, la idea según la cual la “construcción del socialismo en un solo país” es posible, lo que no era nada más que la justificación de otra forma de nacionalismo y de imperialismo. La bancarrota del estalinismo ha abierto la vía a una mejor comprensión de lo que Carlos Marx ha emitido verdaderamente.
El siglo XX ha mostrado cómo los descubrimientos más grandes pueden ser, y han sido, desviados a ideologías pseudo-científicas que los han retornado contra la humanidad en interés de una minoría y del mantenimiento de un sistema obsolescente. Pero como las cuestiones no han desaparecido, ambos, el darwinismo y el marxismo, han sobrevivido y suscitan la atención más que nunca.
En el transcurso de estos últimos cincuenta años, la síntesis moderna de la teoría de la evolución, elaborada durante la segunda guerra mundial, ha sido presentada como muy humanista. Era una mezcla de necesidades científicas reales y de necesidades político-ideológicas frente al nazismo y al estalinismo para defender mejor el bloque occidental con su democracia burguesa. Se habría terminado con el eugenismo y el social-darwinismo. Las leyes de la herencia de Gregor Mendel, la teoría del germen de August Weismann, las mutaciones de Hugo De Vries, y finalmente la clasificación de las especies de Will Hennig, han contribuido todas ellas a una formidable síntesis y, efectivamente, se han hecho enormes avances, especialmente, y entre los más espectaculares, en el dominio de la genética. No por ello dejan de subsistir serias cuestiones.
Los biólogos tienden a observar la sociedad humana y los seres humanos desde un punto de vista esencialmente biológico, y cuando no tienen una comprensión clara del desarrollo de la sociedad humana, que en cualquier caso, no forma parte del campo de aplicación de su profesión, tienden también inevitablemente a transponer sus propios prejuicios sociales a su ciencia natural. Por otro lado, al tener la burguesía, clase dominante limitada históricamente, interés en la extracción del plustrabajo, pero excluyendo del trabajo y, por tanto, de lo esencial de la vida social de la humanidad, a una parte cada vez más grande de la humanidad, desarrollará inevitablemente una comprensión limitada, de corto alcance, una falsa conciencia a la vez de la naturaleza y de la sociedad humana. En este sentido, la ciencia está condicionada por la sociedad que la produce y, al final, se quieren aún desastres, y debe ser criticada tanto desde el punto de vista marxista como darwinista.
Después de un siglo y medio, es más evidente que nunca que es incluso difícil comprender el uno sin el otro. Los verdaderos resultados de las ciencias naturales no pertenecen a ninguna clase social en particular. En este sentido Augusto Bebel escribía que “el darwinismo, como toda verdadera ciencia, es una ciencia altamente democrática” [25]. Al tiempo que, por un lado, la ciencia puede ser estudiada por todo el mundo, cada uno no tiene ni los medios ni el bagaje necesario para apreciar o juzgar el progreso realizado realmente y para distinguirlo de los prejuicios sociales que lo acompañan, y después, la ciencia es menos que nunca una actividad de individuos, sino de grandes instituciones que reposan sobre financiaciones importantes que no son suministradas más que por razones específicas: la simple necesidad de nuevas tecnologías, o sólo las necesidades ideológicas.
Carlos Marx escribió en su análisis del capitalismo: “la evolución de las formas económicas de la sociedad es presentada como un proceso de la historia natural” [26]. Esto significa que no sólo necesitamos comprender mucho mejor el proceso de la historia natural para ser capaces de comprender el desarrollo social, sino también que necesitamos ver lo que ambos tienen en común y en qué son diferentes. Incluso si los marxistas pueden tener sólidas opiniones sobre los resultados de las ciencias naturales, el “marxismo”, contrariamente a las pretensiones estalinistas, no zanja acerca de las cuestiones de las ciencias naturales.
Los marxistas han sido siempre defensores críticos del darwinismo [27]. Sin embargo, la Izquierda comunista internacionalista ha elaborado muy poco sobre el tema o, en la materia, sobre las ciencias naturales en general. Muy pocos científicos naturalistas han sido atraídos por la Izquierda comunista internacionalista, y aunque muchos militantes de la Izquierda comunista internacionalista han estudiado seriamente las ciencias naturales, han publicado muy poco sobre el tema. Para los revolucionarios, diezmados tras la derrota de la oleada revolucionaria de 1917-1923, era necesario extraer las lecciones de los acontecimientos para preparar nuevas batallas en el futuro, y las ciencias naturales desaparecieron de sus preocupaciones, pues las prioridades se situaban en otra parte. Para salvar el honor de la Izquierda comunista internacionalista hubo, no obstante, excepciones. En 1946 Anton Pannekoek publicó Antropogénesis [28], un análisis en una perspectiva marxista y darwinista del origen del hombre [29].
Con esta serie de artículos en Controverses nos esforzaremos en suministrar elementos para relanzar el debate, sin conclusiones decididas de antemano, desde los dos puntos de vista, el marxista y el darwinista [30]. La Izquierda comunista internacionalista no puede permanecer silenciosa sobre temas tan importantes como la teoría de la evolución y los orígenes del hombre. Ignorar este asunto llevaría a desacreditarse y a sembrar la confusión en sus filas con las teorías a la moda del día [31]. Esta tarea es tanto más urgente cuanto que una nueva generación que se interesa por las posiciones de la Izquierda comunista internacionalista vuelve a ocuparse de la cuestión y ya no puede contentarse con respuestas vagas y fáciles de la “vieja guardia”. Hay un trabajo a hacer, no sólo para clarificar de modo académico, sino también porque esto tiene repercusiones para todo lo que hay ante nosotros. ¿Hay un fin en la naturaleza o la sociedad? La verdadera cuestión, ¿no es lo que nosotros queremos hacer ahí, comprender cómo funciona esto hoy?
28 de marzo de 2009, Vico; traducido del francés por EM.
[1] Federico Engels, Borrador de un discurso en la tumba de Carlos Marx, publicado en La Justice, 20 de marzo de 1883, traducido por nosotros). Igualmente, en su prefacio de 1888 a la edición inglesa del Manifiesto Comunista, Engels escribe: “Esta proposición que, a mi parecer, está destinada a ser para la historia lo que la teoría de Darwin ha sido para la biología, nosotros dos la habíamos encarado progresivamente desde algunos años antes de 1845”.
[2] Marxismo y darwinismo, Capítulo I.
[3] “Es de notar que casi al mismo tiempo que Kant atacaba la doctrina de la eternidad del sistema solar, C.F. Wolff desencadenaba, en 1759, el primer ataque contra la teoría de la constancia de las especies y proclamaba la teoría de la evolución. Pero lo que en él sólo era una anticipación brillante tomó una forma concreta en manos de Oken, Lamarck y Baer y fue victoriosamente implantado en la ciencia por Darwin, en 1859, exactamente cien años después.” (Federico Engels, Dialéctica de la naturaleza, Introducción, http://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/dianatura/index.htm). Caspar Friedrich Wolff es conocido sobre todo por su teoría, basada en una investigación empírica meticulosa, de que los embriones se desarrollan a partir de células indiferenciadas más bien que a partir de estructuras preformadas. No era el único que cuestionaba el viejo dogma especulativo por medio de una verificación en los hechos. Para una breve introducción a los orígenes del pensamiento evolucionista y para más referencias, ver, por ejemplo, History of evolutionary thougt, http://en.wikipedia.org/
[4] Qué difícil era aceptar tal idea se expresó treinta años más tarde: “Finalmente han penetrado algunos rayos de luz y estoy casi convencido (contrariamente a mi primera opinión) de que las especies no son inmutables (lo que es como confesar un asesinato).” Charles Darwin, Carta a Joseph Hooker, 1842, Life and Letters, Vol. II, p. 23. Se pueden encontrar los trabajos de Darwin en varias lenguas en: http://darwin-online.org.uk/. Las ideas del gran científico humanista Lamarck han sido asimismo deformadas completamente. Por tanto, es preferible leerlo directamente: ver http://www.lamarck.cnrs.fr/.
[5] Este trabajo estuvo precedido por la presentación de dos artículos ante la Sociedad de Linneo de Londres por parte de Charles Darwin y del cofundador de la teoría de la evolución, el socialista Alfred Russel Wallace en 1858, conteniendo los dos fundamentalmente la misma idea, ver: Alfred Russel Wallace Page http://www.wku.edu/~smithch/index1.htm.
[6] El término ha sido introducido, por así decir, por Herbert Spencer en 1862 después que leyó El origen de las especies.
[7] Carlos Marx, Tesis sobre Feuerbach, 1845, publicadas por primera vez en 1888.
[8] Carlos Marx, El Capital, tomo I, 1867, prefacio a la primera edición alemana, traducido por nosotros.
[9] Marxismo y darwinismo ha sido publicado en alemán y neerlandés (1909), estonio (1910), inglés (1912), ucraniano (1919), español (1937) y rumano (1945). Como Anton Pannekoek da muy pocas referencias explícitas de sus predecesores marxistas, citaremos a éstos más exhaustivamente a fin de ayudar a reconstituir en qué punto se encontraban los marxistas antes de la era de las deformaciones estalinistas de sus posiciones. Un siglo después, este trabajo necesita ser reactualizado y no puede ser considerado ciertamente como la última palabra del pensamiento marxista sobre el tema.
[10] Así, Ernst Haeckel escribía: “El darwinismo, ‘la teoría de la selección’, es, para un crítico sin prejuicios, un principio aristocrático, consistente en la supervivencia del más fuerte.” (Citado por August Bebel, La teoría darwinista y el socialismo, 1899). Como veremos, Charles Darwin era de una opinión muy distinta.
[11] Rudolf Virchow, que se oponía al “monismo” anticlerical de los materialistas de su época, y aludiendo a la Comuna de París, decía en 1877: “Atención a esta teoría, pues esta teoría está muy próxima a la teoría que ha provocado tanto terror en casa de nuestro vecino.” (Quincuagésimo congreso de científicos naturalistas y doctores en medicina alemanes, 22 de septiembre de 1877, citado por Anton Pannekoek, Marxismo y darwinismo, capítulo Darwinismo contra socialismo). Charles Darwin hacía notar: “¡Qué idea tan estúpida ésa que parece prevalecer en Alemania acerca de la ligazón entre socialismo y evolución por la selección natural.” (Charles Darwin al Dr. Scherzer, 26 de diciembre de 1879, en The life and Letters of Charles Darwin, Including an Autobiographical Chapter, 1887, vol. 3, p. 236-237), traducido por nosotros.
[12] Ronald Reagan, en el momento de su victoria en la campaña de las elecciones presidenciales americanas de 1980 afirmaba incluso seriamente (?): “Bien, es una teoría, es sólo una teoría científica, y ha sido puesta en tela de juicio estos últimos años en el mundo científico y aún no está admitida en la comunidad científica para ser tan infalible como se creía.”
[13] Especialmente Stephen Jay Gould, Hen’s teeth and horses toes, 1983 (Dientes de gallina y dedos e caballo, Barcelona, Crítica, 2004), y Rocks of Ages, Science and Religion in the Fullness of Life, 2002 (Cienca versus religión, un falso conflito, Barcelona, Crítica, 2007). Se puede encontrar mucho material y un debate en: http://www.talkorigins.org/.
[14] Ver Richard Dawkins, The God Delusion, 2006 (El espejismo de Dios, Madrid, Espasa-Calpe, 2008), del que se piensa que ha vendido 1’5 millones de ejemplares (http://www.richarddawkins.net/.)
[15] Ver Steven Rose, Richard Lewontin and Leon Kamin, Not in our Genes, 1984; y Steven Rose y Hilary Rose, Alas Poor Darwin: Arguments against Evolutionary Psychology, 2000. No basta con denunciar la sociobiología y la psicología evolucionista como “reaccionarias”, hay que juzgarlas también por sus méritos científicos.
[16] Una excepción clara es Elaine Morgan, Pinkers List, 2005, el primer libro a leer este año Darwin, ver http://www.elainemorgan.org/.
[17] Federico Engels a Friedich Albert Lange, 29 de marzo de 1865, traducido por nosotros. Marx, pensando también claramente en Herbert Spencer, escribía a Ludwig Kugelmann el 27 de junio de 1870: “Le Sr. Lange, ya ve usted, ha hecho un gran descubrimiento. Toda la historia puede ser reducida a una sola gran ley natural. Esta ley natural (utilizada así, la expresión de Darwin se convierte en una simple frase): la ‘lucha por la vida’. Y el contenido de esta frase es la ley maltusiana de la población o, más bien, de la superpoblación. Así pues, en lugar de analizar la lucha por la vida tal como se ha manifestado históricamente en diversas formas de sociedad determinadas, todo lo que se debe hacer es convertir toda lucha concreta en la frase ‘lucha por la vida’ y esta frase, a su vez, en las elucubraciones maltusianas sobre la población. Se debe admitir que es un método muy impresionante por su pereza intelectual y su ignorancia científica ampulosa.”. En lo que concierna al maltusianismo, ni Darwin ni Wallace, en cuanto se hayan inspirado en él para la biología, no lo han aplicado a las sociedades humanas. Ver igualmente P. Todes, Darwin without Malthus; The Struggle for Existence in Russian Evolutionary Thought, 1989; este libro es importante porque suministra muchos datos para ofrecer una perspectiva tanto de las teorías del anarquista Pierre Kropotkin como de los elementos que contribuyeron al advenimiento de Lyssenko en Rusia. Sobre Pierre Kropotkin y su “mutualismo” erróneo, pero no idiota, lo que ya había puesto en evidencia Federico Engels muchos años antes, ver igualmente Stephen Jay Gould, Kropotkin was not a crackpot (Kropotkin no era ningún chiflado), in Bully for Brontosaurus (Brontosaurus y la nalga del ministro, Barcelona, Crítica, 1991), 7, 22.
[18] Ver, para comenzar, Stephen Jay Gould, The Mismeasure of Man, 1981 (La falsa medida del hombre, Barcelona, Crítica, 2003).
[19] Sir Francis Galton, que lanzó muchas hipótesis que podían parecer plausibles en aquella época, estuvo en la iniciativa del debate “naturaleza contra cultura”. Galton rechazaba la “soft inheritance” (“transmisión de los caracteres adquiridos”) del lamarckismo, a diferencia de Darwin mismo por falta de buenos argumentos, y defendía la “hard inheritance” (“la selección natural”) por la sola división, contrariamente a Darwin igualmente (ver http://galton.org/).
[20] Social Statics: The Man versus The State, 1851, de Herbert Spencer – con toda su confianza en el progreso gradual en la naturaleza y la sociedad –, fue publicado muchos años antes que el libro de Darwin El origen de las especies tendiese a ser considerado como una extensión del social-evolucionismo de Herbert Spencer. En 1862 Herbert Spencer publicó su First Principles of a New System of Philosophy, en el cual, inspirado por Darwin, lanzó el muy cuestionado slogan de la “selección de los más aptos”, que fue copiado después por Charles Darwin con reticencia (ver http://oll.libertyfund.org/). Al final de su vida, Darwin se quejaba de que, cualquiera que fuese la formulación, de todos modos no habría marcado ninguna diferencia para los que no quieren comprender.
[21] Voyage of the Beagle, 1845, Capítulo XXI, Mauritius To England, p. 500, traducido por nosotros (ver: Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo (en el navío de S.M.“Beagle”), Elaleph, 2000)
[22] Charles Darwin, The Descent of Man, 1871, vol. II, p. 404, traducido por nosotros).
[23] Charles Darwin a C. Lyell, enero de 1860, Life and Letters, vol. II, p. 262. Esto no ocurrió sólo en Manchester: “¡Ay de Darwin! Si estuviese vivo habría experimentado las desventajas de su popularidad. Los franceses le atribuyen la paternidad de una nueva raza de pequeños carnívoros que utilizan para su provecho la excelente invención de la lucha por la vida como una excusa científica para toda clase de infamias.” (Paul Lafargue, Darwinism on the French Stage, Time, febrero, p. 149 y 156: http://www.marxists.org/archive/lafargue/1890/02/darwin.htm .
[24] Al menos para dos biólogos occidentales, el ascenso del lysenkoísmo ha contribuido a su ruptura con el estalinismo: J.B.S. Haldane en 1950 y John Maynard Smith en 1956; ambos han contribuido a la teoría de la evolución y son buenas lecturas.
[25] August Bebel, Die Frau und der Sozialismus, 1891, Die Frau in der Gegenwart, Der Darwinismus und der Zustand der Gesellschaft.
[26] Carlos Marx, El Capital, Tomo I, Prefacio a la segunda edición, traducido por nosotros.
[27] Ver especialmente Federico Engels, El Anti-Dühring, 1878, y sus notas publicadas bajo el título de Dialéctica de la naturaleza, publicadas por primera vez en 1925 en ruso y alemán; el fragmento crucial El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, con el famoso “atajo lamarckiano”, fue publicado por primera vez en 1896 en Die Neue Zeit.
[28] Publicado en neerlandés (1945), inglés (1953) y esperanto (1978); se necesita proseguir este esfuerzo.
[29] Hay muchos otros textos de Anton Pannekoek sobre el tema, por ejemplo, Ciencia de la naturaleza y sociedad, publicado en neerlandés (1946) y en francés (1969).
[30] Para relanzar el debate, parece necesario primeramente volver a publicar los trabajos citados y preparar más traducciones para abrir el debate internacionalmente. En cuanto a la publicación, Marxismo y Darwinismo y Antropogénesis serán reeditados en inglés y neerlandés en el sitio de Controverses, con nuevas referencias y notas explicativas, y están en preparación nuevas traducciones en francés. Para otras traducciones, hacemos un llamamiento a nuestros lectores para ayudarnos a hacer disponibles los textos en otras lenguas, ya sea publicando las traducciones existentes, o bien haciendo otras nuevas de ellas.
[31] Especialmente, el marxismo vulgar de trabajos como los de António Rosa Damásio y de muchos otros biólogos que escriben aún en la buena vieja tradición “monista” liberal, ateos y reductionistas como ‘Herr’ Karl Vogt, Ludwig Büchner y Jacob Moleschott. Fue en 1852 cuando Karl Vogt escribió: “El cerebro segrega el pensamiento como el estómago segrega el jugo gástrico, el hígado la bilis y los riñones la orina.” Incluso si siempre es interesante saber más sobre cómo funciona nuestro cerebro, es tan importante recordar que nosotros pensamos, y que nuestros cerebros no fabrican nuestro pensamiento para nosotros. Abordaremos también el rebrote de popularidad de la corriente vitalista del psicoanálisis de Sigmund Freud en una serie que comenzará en el próximo número de Controverses.